Columna de opinión de Maxi Matter.
Siempre se ha dicho que las comparaciones son odiosas, pero en el deporte y en otras ramas, esto siempre ha sucedido y seguirá pasando. La NBA no está exenta de ello como en los tiempos modernos, Lebron James fue comparado con Ben Simmons un número uno del draft que quedó claro no se asemeja ni un poquito más allá de un gran nivel de juego.
Pero en la época de los 90 con su majestad «Michael Jordan» en su apogeo y cerca de su primer retirada, la liga norteamericana necesitaba un sucesor, y al principio de la década de los 90 parecía que lo había encontrado, una escolta atlético y gran jugador que volaba sobre el parquet y brillaba en la escuela secundaria.
Su nombre era Harol Myner, que con sus jugadas, penetraciones y su vuelo infernal hacia el aro hacian prever que este sería el futuro señor del aire de la liga. Sus 4 años en la universidad de su estado de California natal no hizo más que acrecentar estos rumores y esta comparación con la nueva incipiente estrella, hasta que en 1992 desembarcó en la NBA elegido en la posición número 12 por los Miami heat.
Los primeros años, mejor dicho más precisamente en el primer curso, el novato fue adaptándose poco a poco a la liga saliendo desde el banco y promediando algunos minutos por partido, pero pronto empezó su decadencia, una lesión en su rodilla izquierda lo fue mermando de a poco en su rendimiento y por ende en el equipo y los partidos de esa temporada. Luego fue traspasado a los Cleveland Cavaliers tratando de hacerse un hueco y seguir mejorando, hasta la famosa empresa de zapatillas Nike firmo un contrato con El como lo hizo con su majestad Jordan en sus primeros tiempos de universitario.
En Cleveland duró poco tiempo ya que siguió teniendo problemas con algunas lesiones, en la pretemporada de octubre de 1995 fichó por Toronto raptors pero en un entrenamiento se patinó con el parquet húmedo e hizo que se agrave nuevamente su lesión en la maltrecha rodilla izquierda, ya no era tan atlético como antes, quería volar, pero sus piernas y su físico se lo impedían.
Probó nuevamente suerte en Cleveland volviendo para tener una segunda etapa pero todo fracasó, tal vez fueron las lesiones o la simple etiqueta de tener el apodo de Baby Jordan, pero lo que está claro que este gran jugador nunca pudo explotar en la liga, lo que sí había hecho en sus tiempos de secundaria y como universitario.
Tiempo después Harol Myner declararía que sus años más felices fueron defendiendo los colores de su escuela secundaria, como dato de color sabías que en 1994 este jugador vino a la Argentina con un equipo americano que tenía entre sus filas a la estrella de Chicago Bulls Scotiie Pippen?. esta fue la historia de hoy y la enseñanza que nos deja que por más comparaciones que se puedan hacer todos son distintos entre sí más allá de que sean contemporáneos en la misma época y por más que el público aclame y necesite tener a alguien igual o a alguien que pueda seguir sus pasos.